EL OTRO es la gran musa. No escribir铆amos nada si vivi茅ramos solos en el planeta. A Rilke, G贸ngora o Mallarm茅, que tanto presumieron de escribir para nadie, yo les hubiera gastado la broma de abandonarlos en un planetita como el del Principito: ¡A ver si all铆, sin lectores ni famas futuras, se animaban a escribir las Soledades, las Eleg铆as de Duino o Un coup de d茅s!