QUE EL “exterior” es malo es un infundio más perpetrado por curas y vascos, por decir dos palabras sinónimas. Justo lo contrario es lo verdadero: siempre somos muy poco exteriores, nunca presumimos todo lo que podemos, ni vestimos lo bastante guapos, ni viajamos lo bastante lejos, ni comemos tan goloso, ni decimos todo lo que nos gustan las personas que nos gustan, ni todo lo que nos duele, ni lo frágiles que somos, ni nos entregamos nunca al ciento por ciento. Los mejores recuerdos que guardo de Madrid proceden de personas que exteriorizan, incluso cuando te sueltan su vanidad y sus historias tarzanescas, porque el que exterioriza es el que hace todo el gasto, el que te regala su humanidad, el que se arriesga al error y a la vida, mientras que el que se calla y se aferra al interior lleva dentro algo turbio, es una persona que calcula, es una persona que filtra lo que dice, es alguien que sospecha de la alegría, que se guarda, que es malo...