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ME HACEN gracia los consejos de algunos gurúes sobre "cómo conocer al algoritmo”, como si eso fuera más difícil que subir al Annapurna. En el caso de la poesía, descubrirlo es fácil: no hay más que leer las bochornosas recomendaciones que te envía. El algoritmo hubiera preferido a Gabriel y Galán antes que a César Vallejo, a Campoamor antes que a Bishop o a Zorrilla antes que a Rilke. ¿Eres una poeta mediocre, miraquelinda y además apolítica? ¡Pues bienvenida a la red, el algoritmo te ama!