EL PODER del mal es tan espantoso que a menudo dudamos de la sinceridad de los que hacen el bien: pensamos que detr谩s se ocultan intereses, esto es, se oculta el mal. Cuando hacemos directamente el mal, en cambio, nadie duda de la sinceridad de nuestro comportamiento, de lo que se deduce que el comportamiento que consideramos normal en el ser humano, aquel del que no sospechamos, es el malo.