POR LA cantidad de argumentos a favor y en contra que puedes encontrar en los debates, aparte de lo vastas y complejas que son las pol茅micas cuando se mantienen entre cientos o miles de personas, una pod铆a pensar que Internet era el vellocino de oro que nos iba a empujar hacia Montaigne, hacia Buda, hacia la comprensi贸n, la cautela y la voz baja, pero resulta que no: Internet nos empuja hacia Marx, hacia Nietzsche o todav铆a peor, hacia Torquemada o Sabino Arana: en Internet pocos intentan desatar el nudo gordiano si pueden cortarlo de un tajo.