SIEMPRE LAS he despreciado. A las personas decentes, digo. Siempre he pensado que llegaron ah铆 renunciando, que se asustaron de su complejidad y prescindieron de ella. Porque muchas de esas personas fueron como yo, sin duda, y la prueba son mis recuerdos de la escuela, donde se puede decir que casi todos los ni帽os eran como yo, igual de curiosos, inconformes, insatisfechos, caprichosos, imaginativos… Fue poco a poco que algunos empezaron a abandonar el barco y apostaron por realizarse; fue gota a gota que empezaron a hablar del futuro y de un lugar llamado tierra firme. ¿Todos se fueron del barco? No, unos pocos nos quedamos, pero tampoco nosotros somos los de antes: quien trata de conservar su ni帽o se desfigura.